viernes, mayo 05, 2006

La historia de Maite

Conocí a Maite de una forma extraña, como he conocido a las personas más importantes de mi vida. Esas personas con las que, sin saber porqué, tienes una confianza absoluta, la sientes cerca, te gustan y tú les gustas a ellas y hablas y comunicas. Hay quien critica esta forma mia de hacer amigos, pero no conozco otra, para el amor y la amistad de verdad debe existir la atracción inmediata, la empatía, el gusto por la conversación y el silencio, por respetar al otro, por escucharle, por la sonrisa y que todo eso suceda con absoluta naturalidad, sino ya estamos hablando de una costumbre o necesidad que, tarde o temprano, termina. Así conocí a Maite, en una de las situaciones más extravagantes de mi vida. Me pareció simpatíquisima y por eso me sumé a su coche con destino Sevilla. En ese viaje, donde ella conducía y yo hacía bromas al lado de dos italianos y una embarazada reciente iban a pasar muchas cosas, muchas. Yo hablé de mis proyectos, de que regresaba a Sevilla a vivir, escuché 'More Than Words' en ese coche y hablé de algo muy mío, algo que ya me estaba sacudiendo, aunque de una forma muy discreta como de pasada. De pasada para todos menos para ella, que fijó la vista en mi a través del espejo retrovisor y yo en ella, pero no pude sostenerla. Es muy difícil sostener la mirada de una escorpio cuando quieres guardarte algo para ti, lo saben.
Maite sólo hacía repetir una cosa: '¿por qué nos habremos encontrado? 'Esto no es casualidad, es cosa del destino'. A mi me parecía algo exagerado, pero no, tenía razón. ¿¿Por qué voy en este coche contigo y tres más, cada uno con una historia, si deberíamos haber llegado a Sevilla en avión?
Ya tengo la respuesta.
En aquel viaje sólo supe que Maite acababa de romper con su novio. Hoy se más.
Quedamos para Feria. Me llamó para vernos justo el sábado noche por si estaba en el Real, pero yo me encontraba tomando una cervecita sobre un tatami y nada ni nadie me iban a mover de mi posición de Flor de Loto, nada ni nadie que no estuviera también sobre el mismo tatami.
Hoy hemos hablado, ella y yo, y lo hemos hecho como lo hacen las amigas que se reencuentran en esta vida, directamente al corazón. Sin entradillas, sino al tema.
Me ha preguntado cómo estaba y le he contestado lo que sentía. ¿cuántas veces puedes hacer eso? ¿Cuántas veces sabes que quien pregunta quiere oirte, no cumplir expediente?
Le he hablado en frases cortas y sencillas. Muy directas, muy sinceras. Muy claras. Sabía lo que estaba diciendo. No sabe nada de mi, sólo que le gusto y que le parece que tengo un corazón noble; no se nada de ella, sólo que me gusta, que me parece una amiga de esas para siempre. Y ahora tengo respuestas.

Maite me ha explicado como perdió al hombre de su vida, como dejó escapar una oportunidad y, sobre todo, como le pesa.Me cuenta como él, hace año y medio, le confesó que ella era la mujer de su vida, que siempre la había amado y hablaron de las oportunidades que habían tenido y que habían dejado escapar. Se conocian de siempre, se habían querido y, por circunstancias, no pasó nada más. Ella no se atrevió. Me explicó como él se le declaró por teléfono, hace medio año y, como estaba ya casado con otra chica. Como se reencontraron y vivieron media hora de amor, hablando y mirándose a los ojos y él le confesó que siempre la había amado y ella le replicó que siempre le había esperado, que porqué no se lo habían dicho los dos antes y que se querían pero estaba su mujer. Como le propuso estar juntos y ella no pudo. Y, como, sobre todo, le pesa el no haberlo intentado. Maite no ha podido seguir con su novio y esta feria, para ella como para mi, tenía otro significado. Su traje naranja tenía otros ojos, su sonrisa tan abierta tenía otro destinatorio, sus vidas tan llenas de amor, de esperanza, de luz y de alegría a medio hacer.

Y yo, por primavera vez en tiempo, me siento una privilegiada tocada por la Diosa Fortuna, aunque sólo sea de lado, aunque sólo sea de casualidad, quizás porque al que le correspondía se salió de la cola. Tengo la sensación de haber recibido una lección de vida, siendo yo la que oye, no la que narra; la que se sobrecoge, la que se da cuenta que tiene entre sus manos una historia triste y, por primavera vez, no es la mia. La que consuela aunque no sea necesario, Maite sabe bien dónde está y lo que hace y lo que me dice. Y, compruebo emocionada porqué Maite estaba en ese coche ese día, porqué hice ese trayecto, porque la vida se me estaba abriendo; todo porque ahora es tiempo de hechos, no de dudas.

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