lunes, noviembre 14, 2005

'Y entonces va y resulta que...'

Ayer fui a ver a mi amiga María del Mar, que ahora vive a mi verita, las dos, a 1.000 kilómetros de distancia de nuestro primer hogar. Llegamos y nos abrazamos con los típicos gritos que acompañan a toda relación de este tipo (es decir, nada de los castos besos mejilleros que suelto cuando veo alguna mís amigos un poco menos expresivos y que me miran con cara de no entender nada cuando las arrollo con mis capitulos festivaleros), es decir: 'aaaaaahhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhh, ajhhhh jajajaajajaj!!!!!' Y luego a correr en círculo las dos y a pegar saltitos típicos sin dejar de abrazarnos y vamos danzando por el salón, soltando todas las cosas y hablando las dos a la vez (esto es absolutamente necesario e imprescindible para que la cosa fluya) dejamos todo suelto por doquier, nos seguirmos la una a la otra: ' tíaaaa, tíaaaaaaaaaa.... jajajajajaja, me tienes que contar, espera, espera' y soltamos carcajadas espontáneas, no sabemos bien de qué ¿de alegría? Enseguida yatropelladamente empezamos a soltarnos piropos, a contarnos proyectos... Aquí como en toda relación sana y sin tapujos que se precie, no es necesario hacer un capítulo introductorio de nuestras vidas, sino que empezaos directamente por el final: 'Y entonces va y resulta que...' es la coletilla de entrada a un mundo de pasión, de horas, de idas y venidas donde las dos hemos estado presente en la otra. Mezclamos detalles, escenas, rebobinamos y damos para atrás y delante pero no hace falta coordinarse demasiado, tenemos la misma forma de expresarnos y de entenderno. Escuchamos y hablamos las dos a la vez, mezclando todos los temas y atrapando los minutos juntas a fuerza de carcajadas, de miradas de aprobación, de bizcocho casero y correteos... Todos llevamos un código, una clave que es un tesoro para otros y que nos enriquece. En el camino de la vida, algunas personas se hacen un lío tratando de descifrar la clave correcta y apretando con fuerza para abrirte sino la consiguen, otras, simplemente llevan el mismo código instalado y no necesitas ni tarjeta de presentación, ni contar el tiempo que hace que te conocen, ni pasar una lista de admitidos con pros ycontras, ni estar presente en los acontecimientos de cada día, ni reproches para que cuadren en tu vida. Y eso, desde luego, es el lenguaje de las almas. No todos están preparados para descifrarlo, muchos, ni siquiera saben que pueden hacerlo. Yo no entiendo otro.

No hay comentarios: