martes, abril 04, 2006

Maria la del chipiron letal

Este espacio se lo voy a dedicar a mi amiga María. Primero, porque es una lectora infatigable de mi blog y segundo, porque es una de las pocas que cree en mis pasos en la vida, que vive esto como si de su vida fuera, y creía incluso cuando yo había dejao de creer por algunos momentos.
María y yo nos conocimos en los suburbios de la décima planta del edificio Sevilla 2, en el verano del '98.
Antes nos teníamos vista por los pasillos de Gonzalo Bilbao pero fue en las entrañas del Diario de Andalucía
cuando nos hicimos amigas. Allí pasamos de compartir mesa y ordenador a compartir fatigas, confidencias, carcajadas, mal humor y echarnos unas risas ante el gallinero y sus integrantes cuando se terciaba, La ingenuidad que me caracteriza la fui perdiendo en aquellas paredes, y de mi carita de niña buena enamorada fui pasando a mi cara de 'que he hecho para merecer esto' y María allí, con mas manitas sobre el teclado y la carcajada a punto, sin apartar la vista del ordenador. Atenta a todo.
Con María al lado aprendí todo lo aprendible y que no había aprendido ya con Fernando, de la Semana Santa sevillana, de la Feria, de las calles de Sevilla, de santa Marta, de las novenas, hasta de los acordes de los pasos semanasanteros, con música y tó. No en vano ella y su Javi se conocieron en una Semana Santa. Ella llegaba todas las mañanas agarrada de su bolsito negro, debajo del brazo, con paso seguro y firme, la cabeza erecta, sonriendo, primero a izquiera y luego a derecha. Sin desvoiarse del camino. Era rápida y veloz en cruzar la redacción, con la sonrisa puesta, sentarse en su sitio, ajustarse la sillita, mirarme acercando la cabecita, y preparar la jornada. Luego, la más veloz, el papel se deshacía entre sus dedos y yo la buscaba complicemente para ver si me hacía reir una vez más. Ella llegaba convencida de que
venía a hacer un buen trabajo a pesar de que el tiempo no acompañara; su pelito rubio inamovible, como de recién peinado, su carita blanca enmarcada por sus ojos azules grandes de actriz de cine, porque María es la única persona que conozco capaz de poner siete caras diferentes y similares sólo cambiando la expresión de los ojos: sorpresa, alegría inesperada, estupefacción, inverosimilitud, anodada, incredulidad y, satisfacción complice... todo en diez minutos y dejarte plasmada cuando sigue su camino, toda recta, mirando al frente, sin desviarse ni un tanto. Todo con gestos cortos y pasitos cortos a su vez, las manos moviéndose al unísono y la risa fácil.
Fui la que leyó en su boda. La que cruzó la capilla de la Catedral de Sevilla para hablar de amor, todo vestida de negro y con la mirada marcada. Fuí la que más rió en el baile por sevillanas con su novio. Yo tuve la suerte de que en el río de vida de maría y su acento, hubiera hueco para mi caos particular y mis historias.

Cuando nos encontramos este sábado, nos reímos, abrazadas y sin muchas palabras nos citamos para otrolugar más íntimo, donde narrarnos todo lo que a ella le gusta leer, que adivina, que huele pero que prefiere que le ponga manos y gestos, delante de una tapita mortal.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por alusiones: Beaaaaa... abrumada me hallo por una cosa tan bonita. Me he quedado sin palabras, consigues sacarle la poesía a los momentos y las cosas más habituales. Un beso muy grande.