lunes, diciembre 19, 2005

Conversar en domingo

Y hablamos del amor, otra vez, como si no existiera otro tema para una tarde de domingo, como si ninguna otra conversación pudiera acercarnos más en una comida - cena improvisada; hablamos del amor y apenas tenía ganas, ni fuerzas para despegar los labios, para dejarme llevar ni pensar así que accedí a escucharla, a observarla; allí, de pie, las tres, entre cafés y salsa, con música latina, con los tangos de Julio Iglesias y el atardecer que se nos colaba por la ventana. Sí, hablamos del amor y yo accedí a leer en sus miradas, en los silencios, en los pasajes de sus días, a verme en lo aprendido. Con el dolor en el rostro de Ylaria, con la pena inerte de sus huesos, con esa tristeza de no saber dar para no ser golpeada, con sus ojos cargados de soledad a fuerza de poner buena cara a la vida, de aprender a no querer, de condenarse a la nada. Hablamos de su amor, de eso que ella cree que es amor, de los desgarros, de su rostro cansado que algún día dirá algo más que amargura.

Y, hablamos del amor, en silencio, de los que tuvimos; de los que se fueron; de los que nos quedan, de los que están, de los que nos partieron en dos; de los que nos amaron tanto que nos dejaron marchar para no destrozarnos, para no matarnos, para llorarnos; de los que nos amaran lo necesario para quedarse a nuestro lado; hablamos de lo que sentimos, de las marcas dejadas, de las heridas infringidas, de las esquinas no dobladas, de los versos, del verbo, de la luz del sol que te sorprende por la mañana que se detiene en su piel, que te abriga; de los abrazos furtivos, de los besos que se escapan; hablamos del amor, de sus efectos, de lo que es, de lo que no es; de las llamadas inesperadas, esas que te voltean el alma; de las sonrisas encontradas, de una mano de madrugada; saboreamos la espera, desciframos el recuerdo, el contar las horas hasta volver a verlo, las escapadas, las risas, el contacto de nuestros ojos, y amamos. Hablamos del amor, las tres allí, entre cafés y platos acabados, sabor de cocina, de hogar, viendo pasar el tiempo; sabiendo bien que de esas cosas no se hablan. Sólo llegan.

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