lunes, enero 16, 2006

Empanada colombiana a mandibula batiente

Pasamos una nueva madrugada de sábado haciendo eso para lo que nos pagan desde algún lugar: reir a carcajada limpia. Volvimos a hacer el paesillo este típico de las Ramblas, con caja de croasanes, nuestros vestidos regionales bien puestos y atusaditos, la banda cruzada y el caminar pausado porque la puntilla almidonada de los bajos del traje (que es mu joio por todos los revoques que lleva) se nos quedara agorratá de todo el agua (y lo que no es agua) que hay en la calle y que va chupando, chupando y chupando, hasta que se queda todo tieso como una piedra, haciendo difícil el movimiento gracil de nuestros cuerpos esbeltos. Realmente, la imagen que debemos dar es una versión viviente del paseillo de las muñecas de Famosa caminando hacía el portal, que todos los niños setentañeros llevamos impresos en la mente... la morena, la rubia y la pelirroja... Asi en medio de la Rambla, con bandejita de abortos de croasanes, (omito el momento en que el señor los ponía en la caja, sin ninguna delicadeza ni sentido práctico, ni precinto de calidad...).
Y, repartiendo en amor y compaña a diestro y siniestro: un croasan pa'ti, otro pa' este. Te hacemos una prueba, ahora una pregunta. Hasta los policías nos alentaron a la generosidad. Parece una tontería, pero acabar así una noche es plantar una sonrisa al mundo, retarlo a que ría, enseñar que puedes dar sin poseer.

Lo necesitaba, necesitaba reirme a carcajada limpia hasta que me doliera el estómago, las lágrimas se me saltaran y no puediera aguantar las palabras. Las tres con la boca abierta y doblando el estómago para sostenerlo, porque las barbaridades que decíamos eran cada vez más ingeniosas y las sumábamos y seguíamos y más y más. Y es el momento de hacer amigos, de decirle a la gente las verdades: 'que ojos más bonitos tienes, guapo', ' a ver si nos vemos otro día', 'que simpática que eres'. Cada vez que rememoramos este momento suceden cosas, voletamos las horas, acariciamos las palabras y sumamos a algún nuevo mortal a nuestro tren sin billete.
Alli, en lo alto del escenario del Limón, comiendo empanadas colombianas, conversando maravillosamente con Lili, la payasa del local y cocinera a destiempo, con sus 41 años, sus tres hijos, sus sonrisas, su melena larga, su simpatía, su paseo por el Albaicín. Así, nos vimos, a los ojos, sonriendo, llenándonos, tranquilas, porque no esperábamos nada ninguna de las otras, ni queríamos nada, ni buscamos nada. Sólo estar, alli, riendo 'con el estómago como rien las españolas' hablando, cogiendonos, midiéndonos las voces, las lágrimas de pura risa. Y así es como debería ser siempre.


C

2 comentarios:

gemma dijo...

reinamoraaa,

veo que Barcelona ha tomado otro color y otro ritmo... Viste como NO se puede generalizar... ni con los catalanes ni con los andaluces, ni con nadie...

Besos,
gemma

pd. espero que se sigan repitiendo estas noches regionales de trajes típicos y croasanes...

Marta Berenguer dijo...

Y corroboramos esa frase tan verdadera que nos regaló Lily: "Este mundo ha pasado de la afectividad a la efectividad".
Y es bien cierto que los afectos, las emociones, los valores, parecen tener ahora un papel secundario, a veces casi de extra. Y el ser efectivos es la norma que nos rige, sin darnos cuenta que un dia esa efectividad acabará extinguiendo nuestros afectos.

Con mucho afecto,

Marta