martes, enero 17, 2006

Perdernos en los matices

Mi amigo Pedro es profesor de Tecnología en un Instituto de Barcelona. Es catalán. Nacido en Cataluña. Su padre es de Terrasa, su madre de Granada, del mismo pueblo que mi amiga de la facultad, Silvia, de Churriana de la vega. Sergio da clases a un compedio de niños de un barrio de Barcelona, donde la policia en versión 'Mozo de Escuadra' acude dos veces al día; donde hay niñas que, con doce años, han abortado ya una vez; donde el personal de secretariado tiene que intervenir, entre documento oficial y ordenanza de archivos, con patadas y gritos en las peleas de los alumnos; donde la mitad de los niños no acude a clase y fuman y beben en los pasillos y los padres buscan a los profesores con más violencia que la que emplean sus hijos en defenderse.
En este peculiar ecosistema se gesta la sociedad del futuro. Los chavales hacen lo que pueden o lo que les dejan: tratan de respirar sacando los pulmones fuera y braceando apartando los ríos de inmundincia que les llegan, voltean las horas de un mundo que no les es cómodo, que no les da la cara, que no les enseña nada más que a desear,a poseer, a merecer y donde muchos de ellos acabarán imitando hazañas como las que hemos visto recientemente por la televisión: quemando cajeros con o sin inquilinos. Su única salida parece que sea la de sacar a pasear la mente y el abandono por las calles, golpeándote contra los adoquines, contra el dolor, contra el desprecio que genera más desprecio. Así entretenidos para más honra del poder, en sus miserias, sin encontrar la salida y si la ven, sin saber cómo abrir la puerta.

En esta interesante prueba de subsistencia, si el destino te otorga la casta de peón en esta nueva sociedad occidental estás bien jodido. POrque nosotros, aquí, ya tenemos castas como en la India y cada vez más y más marcadas. A mi amigo Pedro le ha tocado lidiar con un nuevo formulario. No sólo se pasa las semanas sacando a los niños de los lugares más variopintos de la ignorancia, tratándoles con dureza, ganándose su respeto, sirviendo de soporte, bebiendo con ellos, riendo con ellos, cuidadando como educador de ellos; ahora, la Generalitat le va a poner un coordinador linguístico que delatará las veces que utilice el español en las clases. No les pondrá un mediador intercultural, que ayude a respetarse, ni un asistente social, ni siquiera trabajará en pro de un plan de estudios más tolerante, equitativo, fuerte; unas clases de apoyo... No, les dará unos formularios a un responsable de aula, que ni siquiera sabrá como rellenarlo, para que señale con una cruz cada vez que utilice el español con ellos.

No me asusta la cruz.
Lo que me da pánico es lo que se queda en el camino.
Lo que me da pavor es que ni siquiera puedas ya morirte de pena en la calle, porque te multan.
Lo que me espanta es que no exista el principio de solidaridad.
Lo que me quema la piel, las entrañas, es que a mi compañera de trabajo no le parezca mal que se lleven a los méndigos 'a otro lugar donde no molesten, pero bien'
Lo que me deja sin aliento es que mi amiga N. funcionaria, me haga creer que sus ideas son liberares y 'modernas' y pueda discutir sobre ellas con vehemencia mientras grita a pleno pulmón 'apártate' y hace un gesto despectivo con la mano a alguien que le ofrece CD's piratas.
Lo que no termino de entender bien es si soy yo la que distingue los matices o son los otros. Creo que no hay diferencia entre tú y el otro, creo que no existe, porque no somos lo que hacemos sino lo que sentimos, pero a quien la haya inventado le ha ido muy bien;

1 comentario:

Marta Berenguer dijo...

Olé, olé y olé! Un diez nena!

Sabes? A mi también me asusta y mucho esta sociedad que estamos construyendo. Y nosotros nos creemos desarrollados. Desarrollados en qué?
Siempre he pensado que para luchar por una situación primero hay que entenderla. Pero para entenderla creo que antes tenemos que ponernos en el papel del otro, y sentir como el otro. Aunque muchas veces creo que seria todavia mucho más necesario ponernos en nuestra propia piel y sentirnos a nosotros mismos, y entendernos.

Petons maca,

Marta